Como hemos argumentado en varias ocasiones, la principal característica de la modalidad gravel es la libre interpretación que hacen de ella tanto los usuarios como las marcas y un buen ejemplo son los distintos conceptos de bici que nos encontramos en el mercado. En nuestro especial Gravel, probábamos la Topstone Carbon, la bici con la que Cannondale introdujo el sistema de suspensión trasera KingPin, con una flexión de hasta 3 cm sin la necesidad de amortiguación, un modelo que destaca porque la absorción nos permite afrontar con mayor comodidad rutas más largas.
Sin embargo, en nuestra concepción del gravel como un segmento en el que debe de primar la ligereza, la simplicidad y las sensaciones cercanas a las de las bicis de carretera, la encontrábamos demasiado cercana a las bicis de montaña. De hecho, nuestra bici favorita para hacer gravel de la marca estadounidense era hasta ahora su modelo de ciclocross SuperX, que permite cubiertas de hasta 42 mm y tiene un comportamiento muy deportivo.
Por eso, cuando a finales de mayo se anunció la presentación de esta Topstone Carbon con horquilla Lefty, nuestra primera reacción fue un poco de rechazo porque estaba completamente alejada a lo que nosotros consideramos que es el gravel. Una opción que no tiene por qué ser la mejor ni la mayoritaria, como demuestra que cada vez van ganando terreno bicis más agresivas, que se basa en el tipo de conducción que nos gusta y que probablemente está condicionada porque cuando comenzamos a probar el gravel en nuestra revista Bicisport, hace ya cinco años, las posibilidades de elección eran menores. Es decir, las bicis más cercanas a la carretera era lo que había y de nuestra habilidad y forma física dependían los tipos de rutas que podíamos afrontar.
La Topstone Carbon Lefty es básicamente la misma bici que la Topstone Carbon, pero con las novedades de incluir la horquilla Lefty y que de serie se vende con neumáticos de 650b. La introducción de la suspensión delantera no es tanta novedad, ya que Cannondale introdujo en su primera aproximación al gravel, la Slate, que va a quedar como un mito que se engrandecerá poco a poco por su escasa duración en el mercado, una horquilla Lefty Oliver con 30 mm de recorrido. Ahora, esta Lefty Oliver se ha modernizado siguiendo a la Lefty Ocho de MTB y ya no es de doble pletina, lo que también hace que estéticamente, dejando a un lado que es monobrazo, no llame tanto la atención.
Viaje improvisado
Con estas credenciales y llenos de prejuicios -que si es una bici muy pesada, que las ruedas de 650b son más lentas…- comenzamos una prueba que tuvo su punto culminante en un pequeño viaje de bikepacking de dos días en la Comunidad de Madrid -durmiendo en Cercedilla- de unos 270 km y casi 5.000 metros de desnivel total, en el que evitamos al máximo el asfalto y buscamos la mayor variedad posible: pistas sencillas, senderos rápidos y algunos pasos complicados. Como compañera, una Ridley Kanzo Fast -en principio, mucho más cercana a nuestro gusto- con el grupo Campagnolo Ekar que os presentamos en el número pasado.
Salimos por los caminos de la Casa de Campo y El Pardo, una toma de contacto en un terreno bastante compacto, con algún sendero sin dificultad, y sí, las sensaciones son de que la bici es menos deportiva -la geometría es más relajadaque nuestra querida SuperX… pero sólo es necesario llegar al primer sendero, aunque hayamos pasado muchas veces y no tenga casi dificultad, para demostrarnos que la confianza que te da la Lefty delantera te permite no tener que frenar tanto. Sin horquilla, primer tienes que reducir la velocidad, buscar el mejor trazado y después lanzar la bici; la Lefty, aunque sólo sean 3 cm, absorbe las irregularidades y nos ayuda a que todo sea más fluido.
Continuamos por pistas fáciles de Tres Cantos, las que se usaban en las antiguas maratones del Festibike, y por los caminos de servicio del Canal de Isabel II -un paraíso para el gravel en Madrid-. Aquí a priori iríamos más rápido con una SuperX o una Topstone de aluminio con ruedas de 700 -tenemos pendiente probar a fondo si se trata de una sensación o de un hecho-, pero la tónica se mantiene: en cualquier bajada, sobre todo si hay algún reguero, la Topstone nos permite mantener la velocidad, mientras nuestro compañero tiene que frenar para evitar que la bici se descontrole -o el riesgo de un pinchazo por llantazo-.
Nos dirigimos hacia la Sierra de Guadarrama para afrontar una de las subidas más duras de Madrid, el camino, a trozos hormigonado, que asciende desde la urbanización Vista Real al embalse de la Maliciosa: poco más de un kilómetro, pero con una pendiente media del 17% y tramos cercanos al 30%. Aquí encontramos por primera vez el límite de la cubierta trasera WTB Byway, que nos patinó en varias ocasiones, y quizá echamos en falta un poco más de desarrollo, aunque hay que tener en cuenta que son rampas muy extremas y que el agarre hubiese sido precario con cualquier cubierta de gravel rodadora.
Espíritu gravel
El fin del día, en uno de los senderos más bonitos de Madrid, nos devolvió las sensaciones de cuando montábamos por aquí hace más de 15 años con la bici de montaña. Era tarde, no había senderistas y sólo nos teníamos que concentrar en pasar raíces y piedras. Aquí la Lefty nos puso las cosas mucho más fáciles que si llevásemos horquilla.
El comienzo del segundo día ya nos hizo pensar en que nuestra idea del gravel quizá sea más purista -o eso pensamos nosotros, ilusos-, pero seguro que no es tan cómoda. Después de ocho horas de pedaleo -más de diez en total-, el cansancio acumulado y los dolores de cuello, brazos y espalda no eran iguales entre quien llevaba la Topstone y la Ridley.
Y esa fatiga, a pesar de que el inicio del día era por una pista muy sencilla -el puerto de la Fuenfría por la conocida como carretera de la República-, hace que las diferencias que pueden existir entre una bici gravel deportiva y otra más pesada se igualen, como comprobamos de nuevo ascendiendo otros dos puertos que son ideales para gravel: el collado de La Mina desde el Alto del León y Abantos, donde lamentablemente parece que no veremos pasar más veces a La Vuelta.
Desde El Escorial hacia Madrid regresamos alternando pistas y algún sendero complicado, donde la diferencia entre la Topstone Lefty 3 y la gravel deportiva se agranda, no tanto por las diferencias técnicas de los dos ciclistas, sino porque cuanto más dura y larga sea la ruta, más notaremos el cansancio. Regresamos a la Casa de Campo, esta vez por el oeste, y nos damos cuenta de que, apenas 35 horas antes, casi rechazábamos a la Topstone Carbon Lefty como una opción para nuestro tipo de gravel. Ahora lo tenemos claro: cuando más te aproximes al límite, ya no sólo en recorridos técnicos, sino también en la duración de tus rutas, más sentido tiene esta bici.